Parto de la premisa de que todos los españoles tenemos, o al menos deberíamos tener, las mismas obligaciones y derechos por lo que, en un país decente, no sería noticia que el Estado se ocupara financieramente del cuidado de una persona en situación de dependencia. El problema surge cuando se mete la mano en mi bolsillo, en el suyo y en el de todos los españoles para cuidar al padre del que declaró públicamente, tres días antes de las últimas elecciones generales, que la  dependencia no era viable. Se le olvidaría añadir la coletilla de la excepción de su padre.

Dos médicos han sido "contratados" a cargo del presupuesto de Presidencia para que el padre del aniquilador del sistema de atención a la dependencia esté atendido las veinticuatro horas del día en el Palacio de la Moncloa, y todo ello, desestimando su cuidado en un centro asistencia porque, al parecer, el coste de 5.000 euros al mes le parecían a Rajoy un gasto excesivo que no podía "permitirse". Excelente "modelo de austeridad", Sr. Presidente, no le fueran a llamar "despilfarrador".

Cuando en nuestro país más de 127.000 dependientes han fallecido esperando ser atendidos, cuando más de 76.000 familias han perdido la prestación económica para cuidar en su domicilio a su familiar dependiente, muchos de ellos niños con enfermedades degenerativas mortales, cuando más de 80.000 grandes dependientes han sufrido “los milagros marianos” y de un día a otro pierden esa condición, cuando niños  con parálisis cerebral son despojados de la prestación por dependencia por asistir, en edad escolar, a un Centro de Educación Especial de Enseñanza Reglada, cuando se han hurtado más de 3.000 millones de euros en la financiación de los dependientes para adelantar en siete años parte del rescate bancario, cuando todo esto y más, mucho más, está ocurriendo en nuestro país con las personas dependientes, el responsable de todas estas tropelías, propias de los comienzos de la Alemania nazi en la que se fue eliminando a las personas discapacitadas, en un acto supremo de desvergüenza política, moral y personal, utiliza el dinero de todos los contribuyentes, también el de los familiares de los dependientes muertos durante su legislatura, para que su padre sea atendido las veinticuatro horas del día.

Seguramente, y es lógico, para Rajoy la vida de su progenitor de 95 años de edad tenga más valor que la del resto de personas dependientes, tenga más valor que la de mis dos hijos grandes dependientes con una enfermedad degenerativa moral, que la del niño de 13 años, Jomían, que murió sin el último beso, sin la última caricia de su madre que se vio obligada a irse a trabajar a más de 100 km por culpa de sus políticas mezquinas y miserables en dependencia, que las de cientos de miles de dependientes a los que se les ha obligado, en muchos casos, a tener que “elegir” entre medicarse o comer.

El presidente del Gobierno, presidente que debería ser de todos, también de las personas dependientes, ha quedado retratado. Su indecencia y desvergüenza política y moral ha superado cualquier límite. En un país de derecho, con gobernantes honrados y decentes, usted a estas horas estaría preparando las maletas para salir de Moncloa. Las personas dependientes son "fuertes", no hace falta que nos mande SMS para apoyarnos, las personas dependientes sabemos "aguantar", aunque el final de esa fortaleza y ese aguante sean los cementerios de toda España.

Como dijo Primo Levi: " Un país se considera cuanto tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes sean las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso".